miércoles, 28 de marzo de 2018

CON ARCENDO, CRISTO MUERTO


lunes, 18 de abril de 2011

Un Cuadro para perder la fé (¡O GANARLA!)

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Pinchad en la Imagen para ampliar (realmente merece la pena)
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Como cada Semana Santa, la blogosfera se queda algo vacía. Las obligaciones familiares y las devociones espirituales son las principales causas de ese mini éxodo.
En el caso de la HOJA, esporádicamente y con algo menos de asiduidad, procuraremos seguir por aquí, eso sí, sin descuidar esos compromisos propios de las fechas.
Por eso, porque en realidad, no sé cuando voy a tener la oportunidad de postear de nuevo, para iniciar este principio de la Sacra Semana, quisiera dejaros con un post, algo largo, pero muy reflexivo y desde luego muy propio para estos días.

De hecho, sin ser un refrito, ¡nunca un escrito como este lo es!, quisiera dejaros con, lo que ya es un clásico de semana santa, al menos..., en este blog.
Cada Semana Santa,  traigo a mi bitácora un artículo impactante e imperdible de José Luis Martín Descalzo. Es una unión cuasi perfecta de arte y literatura, mística, meditación y oración. Su título es “Ante el Cristo muerto” y aseguro, a quien no lo conozca, que en nada, a nadie deja indiferente.
Antes del artículo en cuestión, siempre me gusta hacer una breve referencia del maestro Martín Descalzo.
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José Luis Martín Descalzo fué Periodista, poeta, novelista, dramaturgo y además sacerdote, un buen sacerdote. Pluma afilada, alma grande y siempre defensor de la verdad.
El artículo al que hago mención, y que ahora tendréis la oportunidad de leer, siempre me acaba tocando el corazón. Sería solo una simple anécdota de un anciano enfermo ante un cuadro, pero se trata del gran Dostoievski y de la cruda y profunda reflexión que hacer ante el terrible cuadro del “Cristo yacente” de Holbein. Se trata de una lectura obligada que –siempre- mueve a reflexionar y que para mí es un placer traerla de nuevo aquí. Como casi siempre digo…, el relato es un poco largo, pero os aseguro que merece mucho la pena. Espero que sirva de buena antesala a los días que estamos a punto de vivir. Así que os dejo...
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ANTE EL CRISTO MUERTO
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"Un día de abril de 1867 un matrimonio de recién casados pasea por las salas del museo de Basilea. El hombre es flaco y rubio, de rostro rojizo y enfermo, pálidos labios que se contraen nerviosamente, pequeños ojos grises que saltan inquietos de un objeto a otro, de un cuadro a otro. Es el rostro de un hombre a la vez vertiginosamente profundo e impresionable como un chiquillo. Ahora se ha detenido ante el Cristo en el sepulcro, de Holbein.

Los ojos del hombre parecen ahora magnetizados por ese terrible muerto metido en un cajón que aparece en el cuadro. Es -dirá él muchos años más tarde- "el cadáver de un hombre lacerado por los golpes, demacrado, hinchado, con unos verdugones tremendos, sanguinolentos y entumecidos; las pupilas, sesgadas; los ojos, grandes, abiertos, dilatados, brillan con destellos vidriosos". Es un cuerpo sin belleza alguna, sometido al más dramático dominio de la muerte.
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Y el hombre, al verlo, tiembla. Su mujer se ha vuelto hacia él y percibe su rostro dominado por el pánico. Teme que le dará un ataque. Y el hombre musita en voz baja. "Un cuadro así puede hacer perder la fe." Luego se calla y continúa la visita al museo, como un sonámbulo, sin ver ya lo que contempla. Y, al llegar a la puerta, como atraído magnéticamente, regresa de nuevo al cuadro de Holbein. Se queda largos minutos ante él, como si quisiera taladrarlo en su alma. Luego, cuando se va, tiene en el hotel uno de los más dramáticos ataques epilépticos de su vida. Es un escritor de cuarenta años, se llama Fedor Mikailovich Dostoievski.
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Un año antes ha publicado una novela titulada "Crimen y castigo". Pero sabe que lo que dividirá su vida en dos es la contemplación de ese Cristo muerto de Holbein, que ya jamás podrá olvidar.
Meses más tarde, cuando está escribiendo "El idiota", la visión de ese Cristo sigue aún persiguiendo al escritor; y una reproducción del "cajón" de Holbein aparece en la casa de Rogochin, uno de sus personajes. Y el protagonista, príncipe Mischkin, repetirá las palabras que el propio Dostoievski dijera en Basilea a su mujer. "Ese cuadro puede hacer perder la fe a más de una persona." Y páginas más tarde explicará el propio novelista el por qué de esta frase. En otras visiones de Cristo muerto los autores le pintan "todavía con destellos de extraordinaria belleza en su cuerpo", pero en el cuadro de Holbein "no había rastro de tal belleza; era enteramente el cadáver de un hombre que ha padecido torturas infinitas antes de ser crucificado, heridas, azotes; que ha sido martirizado por la guardia, martirizado por las turbas, cuando iba cargado con la cruz". "La cara está tratada sin piedad, allí sólo hay naturalezas Ante un muerto así, se descubre, qué terrible es la muerte, que se aparece al mirar este cuadro, como una fiera enorme, inexorable y muda, como una fuerza oscura e insolente y eternamente absurda, a la que todo está sujeto y a la que nos rendimos sin querer".
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Estos descubrimientos han conducido a Dostoievski -acostumbrado, como ortodoxo, a ver Cristos siempre celestes, jamás pintados en la crueldad naturalista de un cadáver- a formularse dos preguntas vertiginosas:
"Si los que iban a ser sus apóstoles futuros, si las mujeres que lo seguían y estuvieron al pie de la cruz vieron su cadáver así, ¿cómo pudieron creer, a la vista de tal cadáver, que aquel despojo iba a resucitar?"
Y una segunda aún más agria. "Si aquel mismo Maestro hubiera podido ver la víspera de su suplicio ésta su imagen de muerto, ¿se habría atrevido a subir a la cruz?".
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He usado ya dos veces en este artículo la palabra "vértigo, vertiginoso". Nunca sé escribir en la Semana Santa sin emplearla. Siendo, efectivamente, cuando a ella me acerco, que el alma me da vueltas, que algo tiembla dentro de mí, como se vio convulsionada el alma de Dostoievski ante la realidad de la muerte de Cristo. ¿Cómo podría hacer literatura sobre ella? ¿Cómo esquivar la sensación de que estamos asomándonos a un abismo?.
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Desde hace muchos siglos venimos defendiéndonos de la pasión de Cristo con toneladas de crema y sentimentalismo. Ahora nos defendemos con playas y excursiones. Porque si realmente creyéramos, si tomáramos mínimamente en serio la realidad de que un Dios ha muerto:
- ¿No sufriríamos todos, al pensarlo, ataques de terror como el de Dostoievski?
- ¿No vacilaría nuestra fe o, cuando menos, el delicado equilibrio sobre el que todos hemos construido nuestras vidas, aunando una supuesta fe con nuestra comodidad?
-¿Cómo lograríamos vivir en carne viva, ya que la simple idea de la muerte de Dios, asumida como algo real, bastaría para despellejarnos?
Ahora está muy de moda mirar con desconfianza preocupada la "teología de la liberación," ver en ella terribles peligros de herejía. Yo tengo que confesar que la que a mí me preocupa es la "teología de la mediocridad" que viene imperando hace siglos entre los creyentes:
La teología que reduce la cruz a cartón piedra, la muerte de Cristo a una estampa piadosa, el radicalismo evangélico a una dulce teoría de los términos medios.
La teología que ha sabido compaginar la cruz y la butaca; la que encuentra "normal" ir por la mañana a la playa y por la tarde a la procesión, o la que baraja el rezo y la injusticia.
Una teología de semicristianismos, de evangelios rebajados, de bienaventuranzas afeitadas, de fe cómodamente comprada a plazos.
La que junta sin dificultades la idea de la Semana Santa con la de vacaciones.
La que sostiene que los cristianos debemos ser "moderados", que hemos de tomar las cosas "con calma"; que conviene combatir el mal, "pero sin caer por nuestra parte en excesos"; la que echa toneladas de vaselina sobre el Evangelio, pone agua al vino de la muerte de Cristo, no vaya a subírsenos a la cabeza.
La dulce teología de la mecedora o de la resignación. La que nunca caerá en la violencia, porque ni siquiera andará. La que piensa que Cristo murió, sí, pero un poco como de mentirijillas, total sólo tres días...
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Vuelvo ahora los ojos a este Cristo de Holbein y sé que este muerto es un muerto de veras. Sé también que resucitará, aunque ese triunfo final no le quita un solo átomo de espanto a esta hora. Veo su boca abierta que grita de sed y de angustia, su nariz afilada, sus pómulos caídos, sus ojos aterrados. Este es un muerto-muerto, un despojo vencido, algo que se toma o se deja, se cree o no se cree, pero nunca se endulza. Veo este pobre cuerpo destrozado y sé que el Maestro "lo vio" antes de subir a la cruz, sé que él es el único hombre que ha podido recorrer entera su muerte antes de padecerla, el ser que más libremente la asumió y aceptó, que se tragó entero este espantoso hundimiento, esta "fuerza oscura, insolente y eternamente absurda que nos vencerá a todos y que sólo gracias a él nosotros venceremos. Sé que después de verla v conocerla "se atrevió" a subir a la cruz, inclinando su cabeza de Dios, haciéndola pasar por el asqueante y vertiginoso túnel de la muerte más muerta.
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Por eso creo en Él.
Esta espantosa visión me aterra, como aterró a Dostoievski; pero no me hace vacilar en mi fe; más bien me la robustece. Porque una locura de tal calibre sólo puede hacerse desde un amor infinito, siendo Dios. Un amor tan loco que ahora le sigue llevando a algo mucho peor que la muerte: a la tortura diaria de ser mediocrizado, suavizado, recortado, amortiguado, reblandecido, vuelto empalagoso, empequeñecido, falsificado, reducido, hecho digerible todas las Semanas Santas -para que no nos asuste demasiado- por nuestra inteligente y calculadora comodidad."
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4 comentarios:

Mento dijo...

No voy a disimular y eso que siempre digo que a mi no me verán llorar...
me he emocionado al leer a mi Arcen, a nuestro Arcendo. Blogger es un sinónimo de lo que significa él para mi. Mi maestro en esto de los blogs.
Gracias Mili por todo lo que haces con tu buena fe y tu constancia.
Saludos a Julio.
Besos amiga mía.

Militos dijo...

Muchas gracias Mento, todo lo sigue haciendo " nuestro Arce" como dices tu, yo apenas tengo ya fuerza para nada.
Un beso enorme

Rosa dijo...

Es un tesoro esta entrada.
Siempre se echa de menos a Hoja, pero sigue con nosotros.

Gracias, por todo, mi querida Militos.
Me alegra ver a Mento.

Besiños del alma.
Feliz Semana Santa para ti y tu familia, Capitana querida.

Mento dijo...

Gracias Rosa, yo te veo a menudo en el blog de Toro.
Y sí, se echa de menos ver actualizada la Hoja.

Militar cariño, si no hay fuerza, se le echa fe, y si no...se le añade coraje. Somos capaces... Adelante. Yo a menudo pienso en salir de todo esto. Luego recibo email de personas que ni conozco preguntando por que no escribo en el blog.. Y me digo: hay que seguir aunque ni tiempo se tenga.

Feliz recta final hacia la Pascua chicas.
Besitos.

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