
He leído en la Revista General de Marina, del pasado mes de Marzo, un curioso artículo titulado: "Un pisotón real". En él un marino retirado narra las distintas oportunidades que desde que era cabo I, ha tenido de dar la mano a Juan Carlos I. Tiene su gracia ya que describe también cómo en una oportunidad al saludarle le propinó, no adrede por supuesto, un pisotón al Rey. Pero me gustaría resaltar algunos de sus párrafos para comentarlos:
"Resulta paradójico que durante cuarenta años jamás tuve la oportunidad de conocer personalmente al general Franco y mucho menos de estrechar su mano, ya que sólo conseguí verlo y escucharlo en el NO-DO y posteriormente en la Televisión, y por el contrario, en bastante menos tiempo, estreché la mano de S.M. el Rey en repetidas ocasiones, brindé con él y con el entonces presidente del Gobierno don Adolfo Suarez en uno de los hangares de la Flotilla y hasta hemos cruzado algunas palabras de forma breve y sin protocolo...".
Debemos reconocerlo, nuestro Rey se desvive por estrechar la mano de los ciudadanos allá donde va. Este es su derecho y deber como monarca parlamentario. Quizá por eso fue elegido en la encuesta de Antena Tres como personaje histórico. También comprendo la satisfacción de la persona autora del artículo. Yo tampoco pude estrechar la mano del anterior Jefe de Estado, generalísimo Franco, pero estoy orgullosa y agradecida (con todas las sombras que cada uno le quiera atribuir) por la abismal diferencia entre el estado de nuestra Patria, en el momento en que su mano tomó el destino de España y el estado en que la depositó en manos de Juan Carlos I. Así mismo confieso que una mano real nunca debería firmar un decreto que sentencia a muerte a miles de niños no nacidos. Y me decepciona que esa misma mano no se alce en algunas ocasiones para decir: ¡basta ya de pactos terroristas, señor ZP!
*La foto de la cabecera del blog es de la Revista General de Marina.
La banderita añadida es mía.