Hay semanas que se me pasan volando, de "martes a martes," ya que a pesar de los años sobre mi espalda, mi tiempo libre es escaso y cuando no lo es, mi cabeza anda tan ocupada que no está para explayarse en este blog, como solía hacer a diario no ha mucho, dos o tres años. Por eso, en esta ocasión, os dejo un escrito que me ha llegado dentro y es mucho más trascendente que lo que yo pudiera decir en estos momentos.
Sé que os va a gustar, su autor es J. Jaúregui.
Gran parte de mi vida la pasé hablando de Dios.
No lograba hacerme amigo de Dios.
Hablaba de Él y lo hacía convencido.
Hasta que un día me convencí
de que todo quedaba en ideas
y entonces cambié.
Hablaba de Él y lo hacía convencido.
Hasta que un día me convencí
de que todo quedaba en ideas
y entonces cambié.
Comencé a hablar con Dios y a Dios.
En vez de hablar de Dios a los demás,
comencé a hablar personalmente con Dios.
Y aquí algo comenzó a cambiar.
En vez de hablar de Dios a los demás,
comencé a hablar personalmente con Dios.
Y aquí algo comenzó a cambiar.
Ya no era la cabeza que trabajaba pensando en El.
Fue el corazón el que fue cambiando en mí.
Es que, no es lo mismo hablar de alguien,
que hablar con alguien.
Fue el corazón el que fue cambiando en mí.
Es que, no es lo mismo hablar de alguien,
que hablar con alguien.
No es lo mismo hablar de Dios que hablar con Dios.
No es lo mismo saber cosas de Dios
que sentirle y experimentarle.
No es lo mismo tener ideas de Dios,
que sentir a Dios en el corazón.
No es lo mismo saber cosas de Dios
que sentirle y experimentarle.
No es lo mismo tener ideas de Dios,
que sentir a Dios en el corazón.
Las ideas nos hacen intelectuales de Dios.
Los sentimientos nos hacen los místicos de Dios.
Las ideas nos convierten en los maestros sobre Dios.
La experiencia nos convierte en testigos de Dios.
No es lo mismo decir “sé cosas de Dios”,
que decir “yo experimenté a Dios”.
Los sentimientos nos hacen los místicos de Dios.
Las ideas nos convierten en los maestros sobre Dios.
La experiencia nos convierte en testigos de Dios.
No es lo mismo decir “sé cosas de Dios”,
que decir “yo experimenté a Dios”.
Tenemos que hablar de Dios.
Pero antes tenemos que hablar con Él.
Quien solo habla de Dios, puede ser un maestro que enseña.
Quien habla con Dios, puede ser un místico que lo vive.
Pero antes tenemos que hablar con Él.
Quien solo habla de Dios, puede ser un maestro que enseña.
Quien habla con Dios, puede ser un místico que lo vive.
J. Jáuregui
6 comentarios:
¡Ay! Qué buena idea has tenido.
Gracias, Militos. Muchas gracias.
Te dejo un beso inmenso.
Gracias, Maite, me alegra mucho verte.
Feliz semana, un beso enorme
Es precioso.
Me gusta muchísimo.
Con tu permiso, me lo llevo.
Muchos besiños de martes, y también para Maite.
Es una experiencia maravillosa cuando uno se da cuenta de que no es lo mismo hablar de Dios que hablar con Él. Justamente el santo Hno. Rafael, insiste mucho en la idea de que cuando se habla con Dios, uno busca y desea aún más el silencio, ese silencio que nos hace estar atento a todo lo que Él quiere decirnos. Me ha encantado el texto querida Militos. Un fuerte abrazo
Rosa, a mi también me gusta mucho, por eso quise traerlo al blog y que se leyera.
Me alegra que te lo lleves.
Besiños de martes, ahora publico del Capitán, jajaja
Querido Ángel, cómo me alegra verte por este blog, como en los buenos tiempos.
Tú sabes mucho de esos silencios...
El Hermano Rafael me gusta mucho, es de un sencillez y profundidad al mismo tiempo que llega muy adentro.
Gracias, Ángel. sabes que te quiero
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