domingo, 18 de octubre de 2015

RECUERDOS DEL DOMUND






Años ha, la semana del Domund, para los colegios esta campaña duraba una semana, los colegiales solíamos salir a pedir por las calles con unas huchas semejantes a las de la imagen que encabeza este post.
Como nos dejaban algunas horas libres para este menester, las calles de Madrid, imagino lo mismo en otras ciudades, se llenaban de estampas como ésta:
 
 
 
 
Que nadie se llame a error no era sólo por librarse de alguna clase, sino que, por lo general se tomaba muy a conciencia, ya que te sentías realmente importante colaborando con los Misioneros de todo el mundo, para lo que  el profesorado con anterioridad, casi todo religioso consagrado,  nos preparaba de manera concienzuda explicando la dureza y entrega de los Misioneros que por entonces no contaban con tanta ayuda de laicos por aquellas tierras. Nuestras monjas también tenían casas de Misiones en varios lugares y ¿Quién no sintió alguna vez deseos de ser misionera con ellas?
 
 Lo cierto es que por todas partes nos recibían con amabilidad y simpatía, nunca hubo malas caras ni groserías, cada persona colaboraba con lo que podía, céntimos, reales o pesetas, a pesar de que la España de la que hablo no era aún la que llegaría poco después  a ser la novena potencia en el ranquin mundial.
 
 
Ya más tarde, de antigua alumna y universitaria, seguí pidiendo para esta fiesta del Domund con el colegio. Uno de esos años se instaló  un puesto, según recuerdo, en la Gran Vía cerca de la Plaza de Callao. En aquella ocasión, alguien tuvo la feliz idea de que repartiéramos pequeños ramilletes de nardos al mismo tiempo que acercábamos la hucha. Ni que decir tiene que fue todo un éxito. La que me tocó a mi era una cabeza de indio, muy parecida a esta imagen.
 
 

 
 
Fue un gran día en todos los aspectos, lucía un sol que resplandecía en aquellos cielos azules del otoño madrileño de entonces, donde la contaminación no era un factor a tener en cuenta, es decir brillaba por su ausencia.
Las aportaciones muy considerables y sin ánimo de presumir, he de decir que el traje que elegí para la ocasión me sentaba muy bien, vamos de esas pocas  veces en que una se siente a gusto. Me lo acababa de terminar la modista y era de color gris marengo, falda estrecha, largo bajo rodilla, (por entonces la mini falda no había hecho estragos aún en España) y cuerpo separado con mangas tres cuartos, adornando la parte del cuello a caja con una especie de corbatín corto a rayas gris y blancas.
 
Perdonarme esta frivolidad en una fiesta como la del Domund que hoy celebramos y a la que todos debemos contribuir con oración y limosna, es sólo para arrancaros una sonrisa.
 
La cuestación fue todo un éxito por parte de todas; cuento una anécdota que aún recuerdo, sobre todo porque siempre fui bastante tímida y algo acomplejada: Cuando, en plena Gran Vía, me acerqué a un matrimonio con aspecto de ser muy amables y prendí los nardos en la chaqueta del marido, éste sacó de inmediato su cartera e introdujo en mi hucha nada menos que un billete de ¡¡100 pesetas!! de aquellas de antes de los euros que tanto valían, casi me desmayo y la mujer muy sonriente me dijo: "No vayas a creer otra cosa,  éste te lo ha dado por guapa." Como es lógico los colores me subieron de inmediato a la cara y dándoles las gracias muy eufórica, me fui a entregar la hucha al puesto de Antiguas Alumnas del Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto, situado en la calle O'Donnell de Madrid. por entonces, Patronato del Ejército del Aire.
 

1 comentario:

Rosa dijo...

Jajaja, un piropo bien bonito y además espléndidos.

También lo recuerdo, nos lo tomábamos muy en serio, y estas huchas eran famosas. Todos los colegios salían a la calle y normalmente las huchas terminaban llenas,la gente era generosa.

El detalle de los nardos me ha gustado mucho.

Besiños, querida Militos.
Buen comienzo de semana.

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