jueves, 2 de diciembre de 2010

SEÑOR DE LOS MONTES




Señor, hoy he bordeado el lago de Galilea, lo encontré algo turbio, sus aguas no están tan claras como cuando tu túnica sin costura se humedecía en ellas. Luego he seguido tus pasos hasta subir al monte donde tantas veces ascendías. Desde él contemplé el mundo que me rodea y creí escuchar tu voz que me decía:
"Siéntate junto a tus hermanos"
Lo hice y vi como, pasados más de veinte siglos, siguen acercándote, ciegos, mudos, paralíticos... y toda clase de enfermos en número incalculable. Tus manos continuan bendiciendo, tocando y sanando a todo el que con fe y sin malicia en su corazón se llega a ti. Otros permanecen con sus enfermedades físicas y morales porque han perdido su fe o no la tuvieron nunca; tal vez no cuentan con nadie que los acerque a ti.
Por eso ahora, Señor de la Historia, vengo a implorarte por ellos, a suplicarte misericordia también para esa multitud que te ignora, por culpa suya o porque nadie les habló de ti.


Me siento aquí, en este monte, Señor, junto a Andrés, el primero de tus discípulos que te siguió, vuelvo a ver como se multiplican los panes y los peces, como si tus manos amantes fueran fábrica inagotable de existencias materiales y espirituales, capaces de sanar el hambre de un mundo en crisis. Este mundo nuestro en crisis, al que amo apasionadamente, que carece de alimento material y espiritual para calmar las necesidades de tantos hombres y mujeres que ignoran tu existencia, que desconocen que "no sólo de pan vive el hombre."

Señor, Tú me tragiste hoy a lo alto de este monte donde aún hay señal de  tu paso y se escucha el eco de tus palabras:
"Dadles vosotros de comer"

Quiero hacerlo como tus discípulos, por eso vengo a pedirte la gracia y la fe que conviertan estas migajas que tengo entre mis manos y estas raspas de pescado, en alimento que sacie el hambre de ti, Señor mío y Dios mío, que tienen mis hermanos.
También aquí, en este monte donde te veo gozar al contemplar la multitud que te sigue, quiero acercarte de manera especial a mis amigos de los blogs que sufren en el cuerpo y en el alma, suyos o de sus familiares, ese dolor que, unido al tuyo en la Cruz, quiere ser redención.


Señor de los montes altos,  Dios del alma mía, Médico del alma y del cuerpo, te ruego que sanes  con prontitud a todos, por tu misericordia de Padre eterno y amoroso y por la intercesión de nuestra Madre, María Santísima.   


7 comentarios:

LAH dijo...

AMEN
un abrazo

Anónimo dijo...

Gracias por escribir tan hermosa plegaria.Gracias por verter aqui lo que contiene tu corazón.
Un abrazo.

Angelo dijo...

Necesitamos esa sanación. Estamos aún enfermos. Necesitamos al Señor.Más que nunca.
Precioso tu post.
Besos

Julio dijo...

Me gusta tu artículo, Militos. Tienes razón,¡qué
terrible sería, si a la hora de la "verdad" alguien pudiese acusarnos " Señor, nunca nadie me habló de Tí"!. Un fuerte abrazo.

maria jesus dijo...

Que oración tan bonita. Que bien me viene

Kara dijo...

Una oración preciosa. Jesús tiene sed de almas, y las almas tienen sed de Él, aunque aún haya muchas que no lo sepan. Un beso ¡

Rafael Hidalgo dijo...

¡Qué bonito! ¡Qué bonito! y ¡qué bonito! Gracias

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