Vamos de locos por la vida, atropellados por el tiempo o mejor dicho, por la falta de tiempo, pero si eres capaz de parar un minuto y analizar tu existencia te das cuenta de que a veces sólo nos movemos por pura inercia, porque la vida moderna nos empuja a ello.
Es verdad que los hombres y las mujeres de hoy se ven obligados a esas correrías para compaginar el trabajo con la vida personal y familiar, en ocasiones hay que hacer verdaderas virguerías para llegar a todo, aunque también hay que reconocer que, en llegando el fin de semana o los puentes, incluso las vacaciones. pocos son los que invierten su tiempo, ese tiempo vacacional para descansar por dentro y por fuera, incluso se somete a los propios niños a una forma de vivir, con viajes de vértigo, excursiones exhaustivas y "tropecientas" actividades agotadoras que casi hacen bueno el lunes de vuelta al trabajo. No digo que todo eso sea malo, todo lo contrario pero sabiendo dosificarlo para el bien de todos.
Ya, ya..., seguro que me diréis que a qué viene esto, pues simplemente a que aquí, a la orilla del Mediterráneo, sin prisas, estoy releyendo un librito que tenía olvidado y que recomiendo por la calma y serenidad que transmite.
Su autor Jacques Philippe y su argumento el tiempo, sí, pero el Tiempo para Dios, título del libro.
Ciertamente no revela nada nuevo, son algunas indicaciones para dedicar cada día un rato a Dios, con serenidad, sin prisas, aunque sólo sea un cuarto de hora. Algunos dirán que ya rezan mucho, que no paran de rezar mientras se llevan a cabo algunas actividades manuales o en el trayecto de un lado a otro y eso es fabuloso, pero lo que en verdad nos pone a la escucha de Dios es saber "parar", no sólo el cuerpo, sino ese rodar continuo del pensamiento en un movimiento de ida y vuelta a las preocupaciones y ocupaciones del día.
Tiempo para Dios es hacer un ratito de María Magdalena y mirarle, escucharle... como ella en Betania, sin por ello confundir nuestra oración con el yoga, hoy tan en boga, donde se busca un misticismo que evada de la materialidad de la vida actual y que puede derivar en experiencias decepcionantes o destructivas porque con esos métodos lo que se busca es entrar en contacto con lo invisible, mientras en la verdadera oración lo que se pretende es el trato con Dios.
Un trato que cómo dice el autor de este libro:
La oración nos hará mejores y los que nos rodean no se quejaran de ello (Jacques Philippe)
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2 comentarios:
Esto mismo estuve pensando hoy.
Y me alegro de leerlo.
El libro lo conozco pero no lo he leído. Tomo nota.
Besiños inmensos, mi querida Militos.
Muchos besiños en el día de san Antonio.
Muchos, muchos ...
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