martes, 5 de mayo de 2015

MARTES CON ARCENDO, NAVENGANDO


¿NAVEGANDO POR LA NADA?

 
9 de junio de 2011
 
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“Me dejaron de pronto en medio de un desierto poblado de signos invisibles. Delia Quiñonez.
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Hace unos días un par de amigas muy queridas me suscitaron estos pensamientos que aquí me apresuro a compartir, por si pudieran servir de consuelo, de mantenimiento, o de ánimo, en ciertas etapas de la travesía…
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Todos, todos, todos…, y el que no lo haya pasado que se prepare, pasamos por momentos, más o menos prolongados de aridez, de soledad, de sed, de desierto en definitiva.
¡Que largos nos parecen esos días, entonces…, y que pocos oasis encontramos!
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Hay desiertos de muchos tipos…; la salud, la familia, el trabajo, las amistades…, todo parece habernos dado la espalda, o al menos eso nos parece a nosotros. Pero la sequedad que más duele, la que más se padece, la que más incertidumbre nos deja, son los desiertos espirituales, y haberlos haylos, que se lo digan si no a la Madre Teresa y tantos otros grandes santos de la Iglesia.
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Sin embargo, son esos momentos duros, los que, si se superan…, más nos hacen crecer.
Había un dicho muy común en el servicio militar (dices tú de mili…), que viene muy al caso: “Lo que no mata…, engorda”, pues eso…, el dolor y la soledad, solo matan si te dejas…., si pierdes la fe, si dejas que la esperanza se escape,
Son precisamente esos malos (a veces malísimos) ratos, una escuela de sabiduría, que exige nuestra graduación en forma de Cruz, a veces doliente, a veces, incluso sangrante.
Pero... el dolor, la soledad, el desierto…, si estamos andando, tarde o temprano llegará. Siempre llega; en la actitud con la que lo afrontemos está la clave…
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Ahora el dolor no te deja ver, el bien que te puede hacer si la aceptas y la ofreces.
Sí, ya sé, que a lo peor, en estos momentos, para mí es muy fácil, hablar y para ti, muy difícil reconocer en esa desolación, una oportunidad, una bendición; ¡pero es así!
Efectivamente, somos muy frágiles, muy poca cosita, pero todo un DIOS se vuelve loco por cada uno de nosotros, por ti y por mí…, con nuestro nombre y apellidos.
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Todo el dolor que te causa ahora tu desierto, es en realidad, el ajuste, la poda necesaria que le hace falta a mi HOJA y también al árbol de tu vida, para llegar más alto de lo que nunca hemos soñado, ni soñaremos jamás.
Todo está en sus manos; nada, ni nadie cuidará de ti, MÁS Y MEJOR (*), que tu Padre.
Levántate pues,...Anda, y sobretodo ¡Confía!
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1 comentario:

Rosa dijo...

Sí, Hoja, sí,sí,sí, así es... signos invisibles...

Gracias, mi querida Militos, tengo mucha alegría dentro, pero los desiertos son períodos maravillosos, podan y podan...

Besiños de martes, muchos...

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