El diccionario de Casares (de mi difunto padre) define la palabra honradez como:
"Proceder del hombre justo y pundonoroso".
Y en el Diccionario Escolar de la Real Academía Española (de mi nieto) se define como:
"Rectitud de ánimo y proceder justo en el obrar".
Mi sorpresa fue inaudita cuando acudo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua y no encuentro Honradez como tal palabra, diciendo que se busque por aproximación, es decir ver Honrado
Honrado: Rectitud de ánimo, integridad en el obrar.
¿Y todo esto a qué viene? Simplemente a la inquietud que me nació cuando hace unos días en el programa de LD, La Tertulia, analizaban la palabra HONRADEZ y llegaban a la conclusión de que no se podía definir por sí misma, sino acudiendo a su opuesto. Es decir un hombre honrado es lo contrario, más o menos, a un sinvergüenza.
Los contertulios eran dos filósofos magníficos no sólo por su sabiduría, sino porque se les entiende perfectamente y eso es un gran don, saber y hacerse entender, que no todo intelectual de talla posee: Agapito Maestre y Gabriel Albiac .
¿Qué ha ocurrido con la Honradez como virtud ética o practicable en el ámbito de las costumbres? A primera vista tenemos que reconocerlo, se encuentra en desuso, por el hecho de esa caída en picado, de esa degradación de creencias, costumbres y valores que nos está conduciendo a un relativismo generalizado. Todo da lo mismo, la libertad se ha llegado a confundir con la aseveración de que todas las ideas y todas las actuaciones de las personas son iguales. Y lo más esencial lo descubrimos en ese divorcio existente entre la verdad y la palabra. Claro ejemplo tenemos en las declaraciones de nuestros políticos, quienes un día dicen una cosa y al siguiente la contraria y no pasa nada. A todos da lo mismo. Nadie exige responsabilidades por esa terrible contradicción que se admite como lo más natural del mundo. Embobados, hipnotizados por la verborrea transmitida a través de los medios de comunicación nadie piensa o si lo piensa se lo traga ilusamente, con tal de seguir fielmente al político que sabe mentir con más descaro, pero al que se ha decidido apoyar más allá de sus mentiras.
Por cierto, a lo largo del programa, como es costumbre, llegaba una sucesión continuada de mensajes, algunos tan curiosos como este:
"Rajoy, o mientes o trabajas". No le faltaba razón al emisor del mismo, pero es una demostración más de cómo la mentira ya se acepta como fórmula posible en política. Tiene mucha gracia, pero debería parecernos aberrante. Marco Aurelio definía al hombre honrado como el que sabe ser igual que el promontorio contra el cual se estrellan las olas, una y otra vez, sin conseguir moverle de su sitio.
Agapito Maestre ha indagado en el género literario de la novela en busca de personajes honrados, llegando a la conclusión de que a partir del siglo XIX el ensalzamiento de la honradez ha desaparecido por completo y por el contrario, el héroe que triunfa en la narración es el ambicioso, el corrupto que vende su alma para conseguir el poder y el dinero. LLegan a la cima aquellos que pisotean y destrozan a todo el que tiene alrededor. Sí existen algunos personajes honrados en la literatura de estos dos últimos siglos, pero son vilmente aniquilados por la prepotencia de los malvados. El honrado siempre termina mal.
Los ejemplos de honradez absoluta que se manejaron en literatura fueron El Quijote y Lázaro, del Lazarillo de Tormes.
Y en la actualidad de la vida pública española destacan dos personajes dignos de imitar. María San Gil que renuncia a lo que más amaba, como era su vida política y que además lo hacía como la mejor, por no pisotear sus ideas.
Y Jose Francisco Alacaraz, ex-presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo quien se ha visto obligado a abandonar la presidencia porque en estos cuatro años, su exquisita honradez le ha llevado a gastar su patrimonio personal, teniendo abandonado su negocio. Aú así una jueza desestima su demanda contra el diario PÚBLICO alegando que se podía decir que vivía de las víctimas al haber abandonado su negocio, así como que le abonaban los viajes.
No se puede cometer más injusticia legal contra quien es la honradez personificada hasta el extremo de que, en todo ese ir y venir por España en defensa de las Víctimas y contra el terrorismo, se instalaba una especie de camastro en el local de la Asociación, para no resultar gravoso a la misma residiendo en hoteles. Veinte euros cobraba de dietas en todos los viajes que realizaba.
Sí, aún podemos tener esperanza porque hombres honrados cómo Alcaraz, quien políticamente no ha sido perdonado por lograr poner en marcha esa Revolución Cívica contra ETA, existen, pero en la vida pública española habrá que buscarlos con lupa o con el farolillo de Diógenes.
