domingo, 10 de mayo de 2009

Como es domingo, fiesta de guardar, y ando falta de tiempo, copio y pego de un número atrasado del semanario Alba






Sugerencias para aquellos a los que la Misa no les dice nada


Con cariño y algo de humor.


He aquí unas normas que suelen seguir quienes asisten a la misa dominical por compromiso, rutina, para que los vean o por otros motivos.





Al oir en la mañana del domingo la llamada de la campana, que invita a los creyentes a la oración y acción de gracias a Dios, no la dejes resonar en tu interior, bastante estás ocupado en organizarte bien el domingo.





Nunca llegues a la iglesia unos minutos antes, con tiempo suficiente para estar un rato en silencio y prepararte a vivir la celebración, es mejor entrar a última hora de manera atropellada, así se hará todo más corto.





Colócate lo más atrás posible, porque es más difícil seguir de cerca lo que se realiza en el altar, pero se domina mejor la situación, se está más tranquilito, además puedes salir con los primeros.





A ser posible, no abras la boca en la celebración, ni para cantar ni para unirte a la oración, esto es para personas más piadosas, a ti te va una postura más seria y digna.





Si te animas a cantar, no se te ocurra fijarte en la letra para ver qué estás diciendo, lo importante es que la canción salga bien; ya habrá tiempo para comunicarte con Dios.





Al sentarte para oir la Palabra de Dios, no escuches el mensaje de la lectura bíblica, para qué; es un buen momento para ponerte cómodo y descansar, puedes observar qué personas han acudido a la misa.





La homilía puede ser un verdadero ejercicio de paciencia, todo hay que decirlo; en cualquier caso ya te sabrás más o menos lo que dirá el sacerdote, puedes incluso comentarlo a la salida, pero no se te ocurra escuchar interpelación o llamada alguna para ti.





Aprovecha los momentos de silencio para recordar lo que tienes que hacer al salir de misa.





No entres dentro de ti, para dar gracias a Dios o pedirle perdón, a ti no te van esas cosas; al comulgar muestra tu habilidad, hazlo de manera rápida y ágil, así podrás pasar revista a los que vienen después de ti.





Al llegar a tu sitio no te recojas interiormente para comunicarte con Cristo, eso se hacía antes del Concilio.





Sobre todo sé rápido al final, porque ya sabes cómo se amontona luego la gente al salir.





No necesitas quedarte a recibir la bendición de Dios, Él te quiere y te bendice incluso cuando estás ya fuera del templo, pero eso sí, cuando el sacerdote diga en la misa: "Levantemos el corazón", tú no abras la boca, no digas: "Lo tenemos levantado hacia el Señor", no lo digas, porque no es verdad, todavía no has levantado el corazón hacia el Señor, y si no lo haces difícilmente te podrá decir algo la misa.





Con ironía, pero así viven la misa no pocos cristianos.



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