EL TERMÓMETRO DEL AMOR

Existen dos verbos, en cualquier lenguaje del mundo, que es necesario conjugar al mismo tiempo, AMAR Y PERDONAR. Puede que alguno no lo entienda, puede que diga que el amor no debe dar ocasión de poner a la persona amada, en situación de perdonar al otro porque el amor nunca falla. Tal vez por esa érronea idea tienen lugar tantas separaciones. El corazón humano fue hecho para el amor, pero un amor que se da, no que reclame para sí la posesión total del sujeto amado. Y en ese dar y darse encuentra su propia felicidad.

Dar es comprender y entender que todos estamos expuestos a la propia debilidad. No por eso dejamos de amar a la persona elegida, a los hijos, a los amigos, a la humanidad entera. Amamos con la libertad del que por encima de todo quiere amar. En ese todo entran los fallos, las debilidades, los errores Y es ahí donde el perdón es hermano gemelo del amor.

Si hay un Evangelio más oportuno para los momentos que estamos viviendo es el de la Misa del domingo pasado, 2 de mayo:

"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros"

Y dice San Agustin, que el Señor precisa "Como yo os he amado" para distinguirlo de un amor puramente natural, Amar no como se aman los hombres, simplemente porque son hombres, sino como aquellos que se aman porque todos son dioses e hijos del Altísimo, para llegar así a ser hermanos de su Hijo único".

En ese amar como Él, se entiende amar a todos, no porque a mi me reporte algo; hacer el bien a todos, sin eludir al que me cae mal, al que no piensa como yo, al antipático... Hacer el bien porque es bueno hacerlo, no para que me lo agradezcan. Hacerlo porque el amor de Jesús no fue de palabra, fue de servicio, de entrega, hasta la última gota de su sangre. Amor de perdón desde la misma Cruz, perdón para los que materialmente le crucificaban y perdón para todos los que a lo largo de los siglos seguimos haciéndolo.

NO SE PUEDE AMAR SIN PERDONAR PORQUE EL TERMÓMETRO DEL AMOR ES EL PERDÓN