CONVERSIÓN TUMBATIVA

No voy a detenerme en una intensa ni extensa biografía del gran guitarrista español Narciso Yepes, entre otras cosas porque creo es suficientemente conocido. El motivo de este post es el haber encontrado unas declaraciones sobre su conversión a Dios que fue, por lo que él mismo cuenta, tan tumbatiba como la de Paul claudel o André Frossard.

Nació Yepes en Lorca (Murcia) en 1927, falleciendo de cancer linfático en 1997.

A  los 12 años inició sus estudios en el Conservatorio de Música de Valencia, llegando a ser el guitarrista español más valorado entre los principales concertistas del mundo. Sin embargo, comentaba a la periodista Pilar Urbano, en una entrevista para la revista Época, en 1988, que las críticas y los premios  "le producían la misma dósis de alegría que de humildad," añadiendo: "Soy humilde de cuna y creo que lo sigo siendo de espíritu"

ALGO DE SU OBRA:

En el año 1947 interpretó por primera vez a guitarra el "Concierto de Aranjuez" del Maestro Rodrigo, dirigido por otro grande de la música española Ataulfo Argenta.

Recompuso el Romance (anónimo), conocido más tarde como "Juegos Prohibidos" por formar parte de la banda sonora de dicha película.

Fue el impulsor de la guitarra de diez cuerdas que permitía la interpretación de piezas clásicas de la música Barroca, creadas para Laúd.

Ocupó el sillón 18 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en sustitución de Andrés Segovia.

Entre los premios recibidos figuran:

Hijo Predilecto de Lorca, su ciudad natal.

Laurel de Murcia.

Premio de la Sociedad General de Autores Españoles.

Premio Nacional de Música de España.

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En el año 1993 limita sus conciertos por problemas de salud.

Su último concierto fue en Santander , el 1 de Marzo de 1996, falleciendo en 1997.

Estas fueron sus palabras relativas a la conversión:

"Para quien realmente toco es para Dios...El público no lo advierte, pero Dios y yo sí. Más que mi música lo que le gusta es que yo le dedique mi atención, mi sensibilidad, mi esfuerzo,mi arte...mi trabajo. Y además, ciertamente, tocar un instrumento lo mejor que uno sabe, y ser consciente de la presencia de Dios, es una forma maravillosa de rezar, de orar. Lo tengo bien experimentado.

Mi vida de cristiano tuvo un largo paréntesis de vacío que duró un cuarto de siglo. Me bautizaron al nacer y ya no recibí ni una sola noción que ilustrase y alimentase mi fe... ¡Comulgué por primera vez a los 25 años! Yo no practicaba ni creía ni me preocupaba lo más mínimo de que hubiera o no hubiera una vida espiritual, una trascendencia. Luego pude saber que yo siempre había contado para Él.

Yo estaba en París, acodado en un puente del Sena, viendo fluir el agua. Era por la mañana. De pronto le escuché dentro de mi. Quizás me había llamado ya en otras ocasiones, pero yo no le había oído. Aquel día yo tenía la puerta abierta... Y Dios pudo entrar. No sólo se hizo oir, sino que entró de lleno y para siempre en mi vida."

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Y podemos preguntarnos: ¿Por qué él y no otros? Simplemente, porque "llamó a los que quiso." Esta no es la cuestión, la cuestión es que todo lo que hagamos, grande o pequeño, aunque no tengamos esas maravillosas dotes de artista, lo hagamos para Dios, en su presencia.