El mes de agosto tiene unas fiestas de la Virgen que me conmueven y emocionan. Este día 22 ya está acabando, pero celebrar a María como Reina es gozo grande para todos los cristianos. Aunque la fiesta fue instituida por Pio XII en 1955, el pueblo llano ya la honraba mucho antes como Reina y Señora de todo lo creado porque ser la Madre del Rey de Reyes conlleva para Ella esa dignidad regia.
María Reina, es también nuestra Madre más cariñosa, más delicada con sus hijos; acudimos siempre a su regazo con la confianza y seguridad de ser acogidos, aunque no lo merezcamos por débiles e ingratos, como acogió desde el anuncio del Ángel a su Hijo Jesús.
Y a esta Reina de todo lo creado, de los hombres y de los Ángeles, acudimos hoy para pedirla por la PAZ del mundo, de todos los pueblos que están en guerra, porque cesen las persecuciones a los cristianos y a todos los que no quieren convertirse al Islam. Tantos crímenes no pueden quedar impunes, el mismo Papa Francisco anuncia que es lícito la defensa, la guerra, contra los que están matando y secuestrando a los cristianos en Irak.
Os dejo una de las muchas oraciones que San Bernardo, cuya fiesta celebramos el pasado día 20, dedicó a María:
Os dejo una de las muchas oraciones que San Bernardo, cuya fiesta celebramos el pasado día 20, dedicó a María:
Salve Reina de misericordia, Señora del mundo, Reina del cielo, Virgen de las vírgenes, Sancta Sánctorum, luz de los ciegos, gloria de los justos, perdón de los pecadores, reparación de los desesperados, fortaleza de los lánguidos, salud del orbe, espejo de toda pureza.
Haga tu piedad que el mundo conozca y experimente aquella gracia que tú hallaste ante el Señor, obteniendo con tus santos ruegos perdón para los pecadores, medicina para los enfermos, fortaleza para los pusilánimes, consuelo para los afligidos, auxilio para los que peligran.
Por ti tengamos acceso fácil a tu Hijo, oh bendita y llena de gracia, madre de la vida y de nuestra salud, para que por ti nos reciba el que por ti se nos dio.
Excuse ante tus ojos tu pureza las culpas de nuestra naturaleza corrompida: obténganos tu humildad tan grata a Dios el perdón de nuestra vanidad.
Encubra tu inagotable caridad la muchedumbre de nuestros pecados: y tu gloriosa fecundidad nos conceda abundancia de merecimientos.
Oh Señora nuestra, Mediadora nuestra, y Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo, recomiéndanos a tu Hijo, preséntanos á tu Hijo.
Haz, oh Bienaventurada, por la gracia que hallaste ante el Señor, por las prerrogativas que mereciste y por la misericordia que engendraste, que Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro, bendito por siempre y sobre todas las cosas, así como por tu medio se dignó hacerse participante de nuestra debilidad y miserias, así nos haga participantes también por tu intercesión de su gloria y felicidad.
REINA DE LA PAZ, RUEGA POR NOSOTROS
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