jueves, 6 de diciembre de 2007

A FRANCISCO jOSÉ ALCARAZ

Querido Francisco José:

Esta carta hace tiempo que ronda mi cabeza. Hoy me decido a escribirla por ese nuevo dolor que, a todos los españoles, nos ha provocado el último atentado de ETA.
Dos guardias civiles más asesinados a traición, Raul Centeno y Fernando Trapero. ¡Descansen en paz!. Que Dios premie la entrega de sus vidas, apenas vividas y dé fortaleza a sus familias.

Este atentado pone de relieve, una vez más, los errores del mal llegado gobierno. Errores que acaban convirtiéndose en alas para los terroristas. ¿Qué dicen ahora Zapatero y Blanco, cuando osaron descalificar la última manifestación de AVT, asegurando que no tenía sentido y atribuyéndola obscuros propósitos?. Artimaña semejante sólo podía provenir de quienes prefieren pactar con ETA, sin duda con obscurísimos propósitos, antes que acorralarla con la Ley en la mano hasta su total aniquilación.

Voy a revelarte una confidencia sobre algo que siempre he guardado en un rincón de mi alma, como una herida que nunca se cierra. Francisco José, aquel mes de diciembre de 1987 me encontraba en Zaragoza con mi marido, haciendo una romería a la Virgen por distintos santuarios marianos. Allí nos sorprendió la terrible tragedia ocurrida en la casa cuartel de la Guardia Civil. Inmediatamente acudimos a la capilla ardiente de las víctimas. Mi marido solicitó portar uno de aquellos ataudes blanco que nos helaban el alma a todos los presente. éramos muchos y puedo asegurarte que todos llorábamos con vosotros y que al recordarlo ahora vuelvo a llorar, con la misma indignación pero con más serenidad. Todavía en la calle, al llegar las autoridades, una gran avalancha de personas parecía que iba a caer sobre ellas. Paraguas enhiesta, porque el Cielo también derramaba sus lágrimas en cálido pésame. Lógicamente los guardaespaldas impidieron el asalto. En la capilla ardiente rezamos, más que por los caídos en aquella masacre, a los que presentíamos ya en el verdadero Reino, por los desgarrados familiares y por nosotros mismos que allí estábamos muriendo también a trozos. La fila para pasar a decir su adiós a las víctimas era inmensa por lo que no podíamos permanecer mucho tiempo. Yo no quería marchar de aquel rincón de España herido mortalmente. Continuamos rezando en la antesala. Una vez que desaparecieron los periodistas, hizo su entrada el ministro de defensa, Narcis Serra de funesto recuerdo, con su enorme escudo de protección. En silencio vimos como se introducía en la capilla. Pero cuando salió de la misma, no pude contenerme y acercándome a él le dije: "España se muere en tus manos". Con los ojos desorbitados y el dedo alzado me gritó: " En la capilla ardiente no le consiento...", sin dejarle terminar la frase respondí: "No estoy en la capilla ardiente". Se marchó en silencio y, a los pocos minutos, me envío un policía para conducirme a la comisaria. A mí no me importaba lo más mínimo pero mi marido no quería permitirlo. Bajamos con el policía, que en el fondo estaba de nuestro lado, y ya fuera del gobierno que no recuerdo si era el civil o militar, después de muchos razonamientos entre ellos, dijo : "Váyase, váyase y no vuelva a aparecer por aquí". Sé que no debí exaltarme de aquella manera mas de alguna forma tenía que desprenderme de aquella angustia contenida ante tanto dolor humano. Si entonces hubiera habido alguna manifestación quizá me hubiese callado pero, en aquella época, las víctimas desaparecíais a los pocos días de ser noticia en los medios de comunicación.

Perdóname si al recordar estos tristes sucesos avivo la pena de los que habéis sentido en propia carne el zarpazo terrorista. Únicamente quiero enviaros mi reconocimiento y todo mi cariño; con mi total apoyo ante la denuncia perpetrada contra ("No estás solo, Alcaraz somos todos").
Hoy, ante el traidor asesinato de estos dos guardias civiles en plena juventud, he sentido la imperiosa necesidad de transmitiros a todas las víctimas mi total y personal adhesión. Como he venido haciéndolo en las manifestaciones que vosotros convocáis. Os animo a seguir, gobierne quien gobierne, hasta que se acabe con ETA.

POR MEMORIA, DIGNIDAD Y JUSTICIA

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