En otro lugar he reconocido que este verano la inspiración se me ha ido de vacaciones. Cuando eso ocurre lo mejor es echar mano de los recuerdos y éstos me llevan hoy a un pueblecito de la costa asturiana, Candás.
En este mapa se puede ver su situación
Sólo pasamos un verano en él y yo no había cumplido aún los quince años. Lástima que por entonces no era aficionada a la fotografía, pues me hubiera gustado poder testimoniar gráficamente la abismal diferencia entre el lugar de mis recuerdos y el que hoy encontré en internet. Las únicas actividades del pueblo eran la pesquera y conservera; todo transcurría entre el zarpar y atracar de los grandes y pequeños navíos de pesca.
En primera línea de aquella playa, casi solitaria, que pisarla daba reparo, como si fueras a mancillar la finísima y pálida arena con tus huellas, se levantan en la actualidad un alto hotel y numerosos edificios que han roto la armonía y el silencio de otro tiempo. Aún así, Candás sigue siendo hermoso a pesar del turismo que ha buscado aposento junto a sus aguas.
Cuando mi familia y yo, arribamos a Candás, y digo arribar porque, segun recuerdo, la única manera de llegar era por medio de embarcaciones desde Gijón, en el muelle atracaban sólo los pesqueros, mientras que ahora aparece repleto de navíos europeos, contando además con nuevas y atractivas actividades, tales como las que se imparten en una Escuela de Surf.
Y son ya famosas las regatas organizadas por el Club Naútico que cuenta con 500 socios.
Por lo que he podido comprobar se mantienen también algunas actividades tradicionales como las Romerías, el Festival de la Sardina y concursos de bandas de gaitas. Sin embargo, todo lo que yo presencié guardaba ese encanto de lo íntimo y familiar tan difícil de mantener en la masificación.
Una muestra de la pintura que en la actualidad se realiza en plena calle.
Fotografía aérea de este bello rincón de Candás
Pero hay que reconocer que se ha sabido conservar espacios realmente bellos como los que muestran estas fotografías
La playa en la actualidad
En principio nuestra llegada no fue muy afortunada, ya que mi madre al saltar a tierra, tuvo la mala suerte de torcerse un tobillo y en consecuencia no se libró de un esguince que le duró unos quince días, con lo que se vio obligada a mantenerse inactiva durante los mismos.
Entre lo que en este instante memorizo se encuentra una gran fábrica de conservas, de la que salía un bonito asalmonado de una pureza natural que ha sido imposible volver a saborear en ningun otro sitio. Con generosos bocadillos de aquel fino y suave pescado merendábamos a diario los seis hermanos.
La industria conservera hoy se ha multiplicado de manera considerable y en el año 2007 se ha celebrado en Candás la dieciocho edición de la Feria de Conservas, cuyo cartel se puede contemplar:
Nuestro verano fue algo parecido al de aquella famosa pandilla de la serie, mil veces repuesta, "VERANO AZUL". La playa estupenda y toda para nosotros. Lo único que detestaba era el bañador que me había confeccionado la modista de la familia, de piqué blanco, grueso y tieso, con una faldita que me llegaba casi a media pierna. ¿Puede alguien imaginarse lo antiestético que resultaba? Por eso no me gustaba bañarme en aquellas aguas azules, brillantes en mi recuerdo. Por eso y porque dos chicos mayores que yo no me quitaban ojo cada mañana, con el agravante de que un día los descubrí pegados al cristal de mi dormitorio cuando me preparaba para dormir. La vivienda era un bajo con balcones a la calle. Al final nos hicimos amigos, uno se llamaba Luis, pero no llegué a encajar con ellos porque yo estaba más cerca todavía de jugar con muñecas que con muñecos de carne y hueso.
los dos elementos de Candás que más huella dejaron en mi fueron: el Faro y el Cristo. Creo que aquel faro, contruido en 1904 y sin llegar a funcionar hasta 1917, por la imposibilidad de edificar una vivienda para el farero en aquella intrincada Peña de los Ángeles, ha sido el causante de mi enamoramiento de tantos y tantos focos de luz que alumbran las noches de todos los mares del mundo. De lejos ¡cuántas historias inventabe mi mente adolescente! De aquella contemplación surgió una nostálgica querencia y si no tuviera responsabilidades familiares, gustosa terminaría mis días de farera en cualquier lugar del mundo. ¡¡ Y la velocidad que debe adquirir internet en aquellas alturas!!
El otro elemento es mucho más sublime. El Cristo de Candás se encuentra en la Iglesis de San Felix. Algo que llama la atención es que, por más remoto que fuera un pueblo en España, la construcción de sus templos era verdadera obra de arte arquitectónico. Debemos reconocer cómo los hombres de otra época sabían "dar a Dios lo que es de Dios"...
Casi todas las mañanas me levantaba muy temprano para asistir a la unica misa que se celebraba en San Felix. La Iglesia primitiva fue edificada en el siglo X y desde el XVI alberga el Santuario del Cristo de Candás. Se trata de una talla encontrada en aguas de Irlanda por los pescadores de esta localidad asturiana. En dicho siglo se instaló la imagen en el camarín del retablo, al que se llega por una escalera de caracol que los devotos acostumbraban a subir de rodillas como símbolo de penitencia. La imagen junto con la iglesia fue quemada, como tantas otras, en la Guerra Civil, siendo reproducida aquella en Santiago de Compostela y la Iglesia restaurada. En ella se conserva una capilla del siglo XVIII, detrás del Altar Mayor, que milagrosamente se salvó de la quema.
Yo también ascendía por aquella escalera de caracol, aunque no de rodillas, para acercarme al Cristo de Candás. Ante Él me arrodillaba y lloraba sin saber por qué. pedía por todo el mundo, costumbre que tengo desde niña, también por mis luchas de adolescente y por algo que ahora parece una insignificancia, pero que entonces me dejó una huella profunda. El año anterior, un sacerdote en Oviedo, donde pasé el verano con mis primos, al acercarnos a besarle la mano como era costumbre hacer en señal de respeto y porque en ellos se reconocía la figura de Jesucristo, me preguntó la edad que tenía y al decírle que trece años, añadió que pediría por mi para que, pasados diez años, me mantuviera igual que en aquel momento.
No sé si algun día volveré a aquel lugar entrañable que durante mucho tiempo fue el pueblo de mis amores, pero estoy convencida que, aunque el turismo haya perturbado su paz, sigue siendo un pueblo hermoso que merece la pena conocer. Y si alguno de los amigos que se acercan a este blog, decide visitarlo, recomiendo que no deje de subir aquella escalera de caracol hasta la imagen del Cristo, al que llaman también de los Marineros, para depositar en sus pies un beso de amor que sé, lo sé con certeza, llegará hasta la derecha del Padre.
8 comentarios:
Gracias una vez más por el premio. Te he dejado en mi página algo que no es un premio, pero creo que te gustará.
Un saludo español...
Militos : FICHADA como comentarista turística. Que se vaya el ministerio de igualdad y vuelva el del turismo como Militos de ministra. Volverán las divisas extranjeras.
Suscribo lo de Angel... contratada de cicerone, ojalá pueda yo hacer una crónica tan completa de mis viajes como la haces tú...¡imposible!.
BESIÑOS DE REGRESO...
Gracias legionarius, por tu regalo musical que me ha encantado y lo guardo en mis favoritos.
Un beso
jajaja...Angel, acepto tu nombramiento encantada, gracias.
un beso
Arcendo:
Me alegra tu regreso, ya todo vuelve a estar en su sitio.
Besiños
¿Llegaste ya?, dime algo..., que la rezadita no faltó.
Besiños.
Excepcionalmente bello y de agradable narrativa.
Una agradable conjunción de imágenes visuales y escritas.
Un abrazo
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