La verdad es que resulta muy difícil seleccionar entre los post de Arcendo para traerlos los martes; me quedo embobada volviendo a leer esas incursiones suyas en cualquier aspecto de la vida, del alma y de todo lo que hay bajo el sol, nuevo y antiguo. Lo hago con todo mi cariño, pero he de confesar que estos martes, me dejan un pellizco en el alma de añoranza incurable.
Hoy me he decidido por algo en lo que destacaba y sabía poner al alcance de todos sus lectores: el Arte, en su enfoque más valioso, el de la Cruz
miércoles, 18 de noviembre de 2009
CRUZ-ARTE
Hoy toca hablar de cruces y del Crucificado, ya sé que es políticamente incorrecto, ya sé que no está de moda, pero esta Hoja no se mueve por esos vientos, sino que desea permanecer perenne, pegada al Árbol de la Verdad y de la Vida.
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La iconografía artística, más concretamente la pictórica, de esos últimos momentos de la vida del Señor, afortunadamente es inagotable. Los mejores pintores de la Historia dieron lo mejor de sus manos y de su fe. El tema de la Cruz en el arte, trasciende períodos y movimientos, abarca todas las épocas y guste o no guste, ese arte religioso es Patrimonio del Arte Universal.
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Sin embargo, como el tema es amplio, hoy quiero fijarme solo en un aspecto.
Se dice que, parte de lo que conocemos de ese trascendental momento dista mucho de los hechos de la historia, y que el arte pictórico es el principal culpable. Por supuesto, que el tamaño, la estructura de la cruz y la forma en que el Señor fue crucificado, no pasan de ser asuntos de importancia menor, al compararlos con el hecho y significado de la propia crucifixión, porque la muerte de Cristo en la cruz del Calvario es el mayor evento de toda la historia; sin embargo, sería interesante observar las distintas representaciones pictóricas, ya que nos darán cuenta del empeño, la imaginación y el cariño que los artistas pusieron en sus obras..
En primer lugar, habría que decir que, como estas representaciones datan de muchos siglos atrás, las distintas formas y concepciones han ido cambiando gradualmente.
Hasta el siglo XI, se representaba a Cristo crucificado pero vivo y triunfal, con los ojos abiertos, atendiendo al rito bizantino. Más adelante, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de voluntad divina, Cristo fue representado, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre el hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la pasión, provocando conmiseración, tal como lo refiere el salmo 22 cuando reza: "Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado? (...) me cerca una turba de malvados: han taladrado mis manos y mis pies (...) se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica."
En dichas obras, como en la Velazqueña, se presenta a Cristo crucificado con los brazos ampliamente abiertos, simbolizando el carácter universal de la Salvación y coronado por una ancha corona de espinos.
Este ya es un Cristo de canon clásico, con un impecable estudio anatómico que es al tiempo tremendamente conmovedor, mostrando un sufrimiento cercano al pueblo, perfectamente encuadrable en la estética de fines del siglo XVI de la escuela castellana.
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Una de las cosas que más llaman la atención y que incluso llegó a convertirse en tema de discusión entre las escuelas de pintura, fueron los clavos.
Actualmente, sabemos según restos arqueológicos encontrados, que las manos se ataban o se clavaban al travesaño de la cruz, en esta segunda opción los clavos eran de hierro, aproximadamente de 13 a 18 centímetros de longitud y de 1 centímetro de ancho.
Después de clavar los brazos con los pies sucedía lo mismo, eran fijados a la cruz por medio de clavos o sogas. La posición variaba, o se colocaban los pies a los lados del descanso de madera (suppedaneum), o se clavaban frontalmente para que las rodillas estuvieran flexionadas.
Sin embargo ni para la Historia, ni para el Arte, nunca quedó claro, si se utilizaron tres o cuatro clavos en la crucifixión de Cristo.
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En 1627 Zurbarán en su Cristo en la cruz utilizó cuatro clavos en lugar de tres, colocando dos en las manos y dos en los pies. Así mismo, Velázquez posteriormente hizo lo mismo. Con lo cual, en el Barroco la discusión quedó cerrada, las viejas luchas por los 3 o 4 clavos eran banales y lo primordial era que los artistas mostrasen el cuerpo de Jesucristo dándole la máxima expresividad.
Al margen de todo esto, posteriormente se ha sabido que probablemente se utilizaron 4 clavos, pero en las extremidades superiores los clavos se colocaron en las muñecas, no en las manos, si no entre el cúbito y el radio.
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De todos modos, ajustados a la realidad o no, aquel magnifico plantel de pintores, la genialidad y maestría de Diego Velázquez, Ribera, Murillo o Zurbarán, supieron captar con su arte, no solo el momento cumbre de la vida de Cristo, sino también toda una corriente de pensamiento que ha movido al mundo desde hace más de dos mil años, y que es el que ahora nos quieren arrebatar.
Antes hubo otros y después vendrían más, como Goya, Chagall o Dalí, pero esos fueron los que marcaron, los pioneros, los que supieron asociar el Arte y la Religión, de forma inigualable.
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Lo que está claro es que Cristo está en el Arte, porque también lo está en la Historia de la humanidad. Dentro de ese campo de la estética, todas las manifestaciones artísticas simbólico cristianas son coherentes y verosímiles en su mayor parte y todas encierran unas enseñanzas teológicas de gran calado, porque vienen a subrayar tanto la naturaleza humana de Cristo como su parte divina, simultáneamente; y además forman parte de una herencia a la que no estamos dispuestos a renunciar.
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La iconografía artística, más concretamente la pictórica, de esos últimos momentos de la vida del Señor, afortunadamente es inagotable. Los mejores pintores de la Historia dieron lo mejor de sus manos y de su fe. El tema de la Cruz en el arte, trasciende períodos y movimientos, abarca todas las épocas y guste o no guste, ese arte religioso es Patrimonio del Arte Universal.
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Sin embargo, como el tema es amplio, hoy quiero fijarme solo en un aspecto.
Se dice que, parte de lo que conocemos de ese trascendental momento dista mucho de los hechos de la historia, y que el arte pictórico es el principal culpable. Por supuesto, que el tamaño, la estructura de la cruz y la forma en que el Señor fue crucificado, no pasan de ser asuntos de importancia menor, al compararlos con el hecho y significado de la propia crucifixión, porque la muerte de Cristo en la cruz del Calvario es el mayor evento de toda la historia; sin embargo, sería interesante observar las distintas representaciones pictóricas, ya que nos darán cuenta del empeño, la imaginación y el cariño que los artistas pusieron en sus obras..
En primer lugar, habría que decir que, como estas representaciones datan de muchos siglos atrás, las distintas formas y concepciones han ido cambiando gradualmente.
Hasta el siglo XI, se representaba a Cristo crucificado pero vivo y triunfal, con los ojos abiertos, atendiendo al rito bizantino. Más adelante, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de voluntad divina, Cristo fue representado, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre el hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la pasión, provocando conmiseración, tal como lo refiere el salmo 22 cuando reza: "Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado? (...) me cerca una turba de malvados: han taladrado mis manos y mis pies (...) se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica."
En dichas obras, como en la Velazqueña, se presenta a Cristo crucificado con los brazos ampliamente abiertos, simbolizando el carácter universal de la Salvación y coronado por una ancha corona de espinos.
Este ya es un Cristo de canon clásico, con un impecable estudio anatómico que es al tiempo tremendamente conmovedor, mostrando un sufrimiento cercano al pueblo, perfectamente encuadrable en la estética de fines del siglo XVI de la escuela castellana.
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Una de las cosas que más llaman la atención y que incluso llegó a convertirse en tema de discusión entre las escuelas de pintura, fueron los clavos.
Actualmente, sabemos según restos arqueológicos encontrados, que las manos se ataban o se clavaban al travesaño de la cruz, en esta segunda opción los clavos eran de hierro, aproximadamente de 13 a 18 centímetros de longitud y de 1 centímetro de ancho.
Después de clavar los brazos con los pies sucedía lo mismo, eran fijados a la cruz por medio de clavos o sogas. La posición variaba, o se colocaban los pies a los lados del descanso de madera (suppedaneum), o se clavaban frontalmente para que las rodillas estuvieran flexionadas.
Sin embargo ni para la Historia, ni para el Arte, nunca quedó claro, si se utilizaron tres o cuatro clavos en la crucifixión de Cristo.
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En 1627 Zurbarán en su Cristo en la cruz utilizó cuatro clavos en lugar de tres, colocando dos en las manos y dos en los pies. Así mismo, Velázquez posteriormente hizo lo mismo. Con lo cual, en el Barroco la discusión quedó cerrada, las viejas luchas por los 3 o 4 clavos eran banales y lo primordial era que los artistas mostrasen el cuerpo de Jesucristo dándole la máxima expresividad.
Al margen de todo esto, posteriormente se ha sabido que probablemente se utilizaron 4 clavos, pero en las extremidades superiores los clavos se colocaron en las muñecas, no en las manos, si no entre el cúbito y el radio.
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De todos modos, ajustados a la realidad o no, aquel magnifico plantel de pintores, la genialidad y maestría de Diego Velázquez, Ribera, Murillo o Zurbarán, supieron captar con su arte, no solo el momento cumbre de la vida de Cristo, sino también toda una corriente de pensamiento que ha movido al mundo desde hace más de dos mil años, y que es el que ahora nos quieren arrebatar.
Antes hubo otros y después vendrían más, como Goya, Chagall o Dalí, pero esos fueron los que marcaron, los pioneros, los que supieron asociar el Arte y la Religión, de forma inigualable.
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Lo que está claro es que Cristo está en el Arte, porque también lo está en la Historia de la humanidad. Dentro de ese campo de la estética, todas las manifestaciones artísticas simbólico cristianas son coherentes y verosímiles en su mayor parte y todas encierran unas enseñanzas teológicas de gran calado, porque vienen a subrayar tanto la naturaleza humana de Cristo como su parte divina, simultáneamente; y además forman parte de una herencia a la que no estamos dispuestos a renunciar.
4 comentarios:
Tienes razón, se queda uno embobado, leyendo sus extraordinarias entradas.
Un abrazo.
Impecable, como siempre.
¡Matrícula de honor!, no se puede decir mejor, y otra para ti, por compartir cada martes tanta belleza, siempre atenta a todo, Militos.
Mil gracias, amiga. Es precioso.
Que bueno...desde luego me siento muy privilegiada de haber tenido un padre artista y que haya pintado a Jesus, siempre lo hizo resucitado, fijate.....la Cruz nuestro secreto y nuestra clave para llegar a ese Amor lleno de ternura y fortaleza.....Precioso lo que haces acercandonos las cosas de Arcendo Mili....
Gracias Milagros por traernos a nuestro amigo Arcendo con sus entradas.
La Cruz no tendría sentido sin la resurrección y él bien que lo sabía.
Un abrazo
Sor.Cecilia
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