El Viernes pasado, 1 de marzo, se celebró en mi parroquia una actividad evangelizadora preciosa. yo no pude asistir, pero al conocerla hoy en la Homilía de la Misa Dominical, he sentido deseos de contarla en un breve resumen.
La actividad que se va a repetir mensualmente, se ha dado en llamar; Adoración Misionera. Tuvo lugar de 20'30 a 22'30 horas con la Iglesia de puertas abiertas. Durante esas dos horas se estuvo orando ante el Santísimo y mientras unos oraban dentro, otros movidos por la fuerza de la oración e iluminados por el Espíritu Santo salieron a la calle para hacer partícipes a los transeuntes de este encuentro con Jesucristo Sacramentado. Como era de suponer algunos contestaban con displicencia, incluso con improperios, pero también hubo quien, inicialmente sorprendido, aceptó la invitación y pasó a orar ante la Custodia. Al mismo tiempo se les invitaba a escribir en un papel alguna intención personal por la que quisieran que se rezase. Entre los de buena fe no todos entraban por prisas, por ocupaciones, pero sí apuntaban sus intenciones.
Ha sido una gran experiencia digna de mencionar y que, por supuesto, no pienso perderme en el mes de abril.
Ha sido una gran experiencia digna de mencionar y que, por supuesto, no pienso perderme en el mes de abril.
Es una alegría comprobar cómo a la luz de este Año de la Fe, convocado por nuestro querido Papa saliente y emérito, están surgiendo iniciativas que nos acercan a Cristo, porque la fe no es más que creer en Él y amarle a Él. Y si el pueblo no entra en las iglesias, será la iglesia la que tendrá que salir a buscarle porque lo principal es procurar a cada uno, de la manera que sea posible, ese encuentro con Jesucristo.
Con sinceridad, hazte estás preguntas :
¿Qué hubiera sido de mí si no llego a encontrarme con Él?
¿Qué hubiera sido de mí si no me encuentro con su perdón?
¿Con su misericordia, con su amor?
La Biblia está llena de estos grandes encuentros con el Señor, en los lugares más insospechados. Moisés se topa con Dios en una zarza ardiendo, tiene miedo, se asusta, pero ese fuego no es más que el corazón de Dios ardiendo de pasión por cada hombre. Hay que saber reconocerlo, es el fuego del amor de Dios. El fuego que nos tiene que incendiar y con él quemar a los demás hasta que se contagien del amor divino.
Amar a Dios es un privilegio que se nos ha concedido, no para guardarlo y recrearnos en él. Hay que contagiar, hay que hacer posible, en este mundo del que se está intentando expulsar a Dios, ese encuentro de las almas con Jesucristo como sea, uno a uno, saliendo a la calle con un sólo boceto el del rostro de Cristo que es el rostro del AMOR
2 comentarios:
Lo que da vigor a nuestra vida es la oración.
Gracias por compartir Mili.
DTB!!
Y tanto que es un privilegio que se nos ha concedido amiga mía, y tanto, que fortuna nos ha caído en esta vida con poder descubrirlo.
Un abrazo.
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