miércoles, 14 de marzo de 2018

HOY CON ARCENDO, FELICIDAD




domingo, 31 de julio de 2011

¡¡QUIERO SER FELIZ!!

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Estos son tiempos difíciles, y nuestra labor debe ser de oración y acción (ora et labora), para posibilitar el advenimiento de tiempos mejores, donde la justicia, la libertad y el amor entre los hombres sea lo habitual. Es una tarea ardua, casi utópica, pero es nuestra obligación.
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Muchas veces en esto de los blogs, habrá quienes en nuestros post, quieran ver síntomas de catastrofismo o tristeza. No es así, al menos en mi caso. En cada post, aún denunciando –porque creo que debo hacerlo así-, los males que nos aquejan, trato de abrir puertas a la esperanza.
Denuncio lo que veo y no me gusta, con el afán de corregirlo, tanto en mí, como en los demás; pero siempre conservo la confianza en la providencia divina. Por tanto de tristeza… ¡NADA!
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El desánimo es posible, y puede ser consecuencia de muchos elementos externos, por ejemplo los nuevos planteamientos laicistas que menosprecian y arrinconan nuestra religión. Es un momento complejo, pero felizmente paradójico, porque junto a sombras evidentes, no faltan luces innegables. Son fáciles de enumerar los ejemplos tanto de progresos, como de retrocesos, de conquistas y de derrotas.
Pero, afortunadamente creo que existen fundamentos, que nos empujan a expresar valientemente la alegría de ser y por ser, cristianos.
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Esa extraña alegría cristiana, a pesar de sus muchos años, es nueva y revolucionaria. Y esto es porque además de los que tienen motivos para ser felices..., la tienen también los enfermos, los pobres, los que lloran, los que saben que se están muriendo, los que son perseguidos y criticados. Eso solo tiene una explicación y a lo mejor no es muy lógica: Es la alegría de los que saben dejarse amar y también de los que saben dar amor. ¡LA ALEGRÍA DE LOS QUE AMAN!
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Aunque parezca contradictorio, la Iglesia, en su liturgia, se atreve a cantar con alegría el Misterio de la Cruz de Cristo. El dolor no cancela la alegría. La verdadera alegría sabe de penas y dolores, pero pone dulzura y serenidad a la vida, porque bebe en las fuentes del amor, de la fe y del perdón.
La Iglesia sabe y enseña que la alegría sólo se agosta por el egoísmo del pecado, por el olvido de amar a Dios y amar al prójimo.
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La alegría cristiana también transciende al tiempo y al espacio, va más allá de lo externo, pero por supuesto, se debe traslucir al exterior. ...porque esa alegría es la fuerza poderosa del Amor de Dios, que además tenemos la obligación de transmitir.
Debemos ser la encarnación de esa alegría. Sentirla y transmitirla. Alegría por sentirse querido, acariciado, tocado, acompañado por Aquel que es, a su vez, nuestra Alegría y nuestro Gozo.
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Nuestro rostro debería ser siempre una sonrisa ancha y brillante como el sol, para llenar de sol la vida de los demás. Nuestra vida debiera ser un constante grito:
¡Alégrate! Dios te ama con locura y te busca siempre, ve a su encuentro, ¡ten la valentía de ser feliz!
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2 comentarios:

Rosa dijo...

Y Hoja nos regaló su alegría cristiana hasta el final.
Nunca olvido su alegría y esperanza.

Besiños y besiños de fin de semana, querida Militos.
Gracias por tantos regalos.

Rosa dijo...

Besiños muchos ...
Espero que hayas pasado un buen día de san José.
He recordado mucho todo, querida Militos.

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