24 de Enero: NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ

Una festividad de la Virgen como ésta no puede pasar inadvertida para nosotros.  Nuestra Señora de la Paz, hoy más que nunca tiene que recobrar relevancia porque el mundo está como está: las guerras, el terrorismo, los enfrentamientos, las persecuciones, las protestas... Todo eso es el síntoma cruento de un descontento exacerbado de la Humanidad en pleno. Convencidos estamos que sólo Dios puede arrreglarlo, ya no sirven las políticas, los tratados, las convecciones ni nada humano, por buena voluntad que se tenga, es capaz de imponer orden y PAZ, sobre todo PAZ en este caos que estamos viviendo.

Por eso acudir hoy, y siempre, a nuestra Madre, Madre de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, en su advocación de Ntra. Señora de la Paz, es un acto ineludible.  La Virgen es una siempre, con muchos nombres, pero estoy convencida de que cuando la Iglesia o el pueblo le ha dado distintas advocaciones es porque cada una de ellas ha de ser especial para un propósito concreto. 

Os dejo la reposición de un post, publicado en mis primeros tiempos de bloguera, donde, quien lo lea, puede comprobar el significado especial que este nombre de María ha tenido para mí desde hace mucho tiempo

REPOSICIÓN

Para mí esta fiesta tiene un significado especial. Con mis padres y hermanos viví en un pabellón, (una casa fantástica, de enorme pasillo con habitaciones a un lado y otro donde jugábamos al escondite siempre que podíamos) del Instituto de Puericultura e Inclusa de Madrid, del que mi padre era interventor por la Diputación Provincial (Presidida entonces por el famoso Marqués de la Valdavia, personaje célebre en Madrid, al que frecuentemente se mencionaba en las revistas musicales y comedias de la época ). Dicho centro tenía como patrona a Nuestra Señora de la Paz.

 El 24 de enero, Se organizaban grandes festejos en su honor, con una Misa solemne en la que participaban autoridades de Madrid, Hermanas de la Caridad que regentaban la Institución y niñas de todas las edades, allí recluidas desde su más tierna infancia; la mayoría desde sus primeros días de vida. Estudiaban y se preparaban con la intención de que su existencia fuera mejor que la de sus propias madres. Las menos se encontraban ya en avanzada ancianidad.

La Parroquia de Nuestra Señora de la Paz, en la actualidad

Todo aquello ha desaparecido. Entre otras cosas por el número de abortos Que se cometen cada día  en nuestra Patria. Pero tengo la certeza que cualquiera de aquellas niñas, de un modo u otro, perseguían la felicidad como nosotros mismos y ninguna lamentaba el no haber sido abortada por su madre. Su única obsesión era encontrarla algún día y saber la causa por la que fue abandonada. Todas dispuestas a reiniciar en la medida de lo posible una vida con ella. Hablo de esto porque tuve la oportunidad de tratarlas de cerca y supe de sus ilusiones y carencias. Casi todas las tardes bajaba a su patio para pasar un rato con ellas, entre las que tuve grandes amigas hasta que me casé y seguí a mi marido a todos sus destinos.

Después de los actos religiosos, en un patio amplio y soleado, actuaciones y bailes regionales. Para terminar con una comida, nada "creativa" pero espléndida; preparada por el cocinero oficial del centro, ningún Adrián por supuesto, pero todo un maestro de la gastronomía patria. Era una fecha realmente animada y magníficamente organizada por aquella congregación religiosa y personal profesional adherido.

La imagen de Nuestra Señora de la Paz que se veneraba en la pequeña iglesia del Instituto (a la que visito a menudo) era muy parecida a  la que encabeza estas líneas, más ghuapa de cara, me parece a mí: la Madre con el Hijo en brazos y en su mano una banderita blanca que reclamaba la paz entre los hombres. Hoy aquella pequeña capilla es ya parroquia de la zona de O`Donnell con Doctor Esquerdo. Y ella junto una parte del enorme edificio, precisamente la correspondiente al torno donde los bebés se abandonaban, imagino preservado como valor histórico de una época, ha sobrevivido a la demolición del resto. Mi casa como ya he contado alguna vez, sucumbió en el derrumbe organizado por el Ayuntamiento, pero aún recuerdo el  sonido de la campanilla que anunciaba un nuevo abandono, repicaba como un aldabonazo y en el silencio de la noche, de una calle O'Odonnell sin coches ni luces, alteraba mi sueño quinceañero, imaginando  dramas que alguién intentaba solucionar despojándose no de la causa sino del ser causado.

Cuando paso por el O`Donnell de hoy no puedo evitar esa sensación de pérdida, que provoca un terreno vacío donde antes hubo tanta vida compartida, de unos años en modo alguno recuperables.

¡Nuestra Señora de la Paz!: ruega, hoy y siempre, por España
y por todos los pueblos del mundo!

DANOS LA PAZ, MADRE Y SEÑORA NUESTRA