QUERIDOS DE DIOS

Esta noche, Jesús, en mi desvelo, te vi en la cola de los pecadores que se acercaban a Juán para ser bautizados en el Jordán. Te ví y me estremecí, hasta me indigné por lo que pudieran pensar los demás, porque creyeran que eras como ellos, pero tu mirada se cruzó con la mía y lo entendí todo. Estabas haciendo cola no sólo con apariencia de pecador, sino siendo pecador de nuestros pecados, para que el Padre en tí perdonase la maldad de nuestros pecados. Lo que en tí es humildad, en nosotros es necesidad. Pasaste por todo para que Tú, Hijo natural del Padre, nos convirtiéras en hijos adoptivos suyos, hijos de Dios.

Aquella teofonía del Espíritu Santo, mientras Juan vertía el agua sobre tu cabeza, confirmaba tu procedencia:

"Este es mi Hijo el amado". Y en aquellas palabras de lo alto todos nos sentimos amados por Dios, hijos queridos de Dios.

¡Queridos de Dios! Repítelo, yo ya lo estoy haciendo, muchas veces al día y podrás con todo lo que ahora te parece imposible... El camino, la senda que Dios nos ha trazado es alegre, pero también de cruz y de sacrificio, de lucha contra la comodidad, no vale decir: "Ya tengo bastante con lo que tengo." Para ser un buen cristiano, para estar injertados en Cristo, hay que adelantarse a ofrecerlo todo, a buscar lo incómodo, lo que mortifica, para llevar a los demás a Dios. Los cristianos no podemos vivir  ni salvarnos aislados, somos una familia, la familia de los hijos queridos de Dios.

¡¡Queridos de Dios, queridos de Dios...!!