SANTOS DE HOY DÍA

 

Cada uno tiene sus santos preferidos, hemos de admitirlo y no hay nada malo en ello. son tantos que hay donde elegir. No voy a relatar todos los que cuentan con mi devoción y peticiones porque son muchos, antiguos y actuales, clásicos y modernos, pero si he de confesar que siento debilidad por Álvaro del Portillo que fue el primer Obispo de la Prelatura Opus Dei, nombrado por San Juan Pablo II, también de mi devoción y cariño, como no podía ser menos y que va a ser beatificado, D.M., en Madrid el próximo 27  de septiembre de 2014.

 

Uno de los motivos por lo que es santo de mi devoción, se debe a que tuve la suerte de conocerle, hace muchos años, en una tertulia multitudinaria en Madrid. Allí  experimenté  la sensación, como  otros muchos, de que sólo se dirigía a mi. Me impresionó, a parte de sus sabias y santas palabras, su sonrisa que nunca desaparecía de sus labios, su humildad, su simpatía serena, su mirar a los ojos de cada uno de los presentes, hasta en su andar pausado desprendía santidad.

 Prácticamente, acababa yo de "pitar,"jajaja, (término que se utiliza en el Opus Dei cuando pides la admisión en la Obra) y era la primera vez que asistía, con mi marido y algunos hijos, a algo como aquella tertulia. Más adelante fui aprendiendo todo lo que significaba D, Álvaro para el Opus Dei y como fue la sombra de San Josemaría durante toda su vida, sin duda, La Obra, al ser de Dios, habría salido adelante aunque el Fundador no hubiese contado con él, pero el Señor quiso ponerle a su lado para sacar a flote esta difícil empresa sobrenatural. Fue su más leal y fiel colaborador, así como fiel servidor de la iglesia, colaborando en el Concilio Vaticano II por algo San Josemaría le apodaba como saxum, roca.

 

 

Mi intención hoy no es glosar su persona, biógrafos de su vida ya los hay, sino dejar un párrafo de una carta suya que acabo de leer en el libro de su vida y que Dios ha propiciado que me la encontrase precisamente hoy en que mi ánimo flaquea.

 

Así escribía a uno de sus hermanos del Opus Dei, el 29 de septiembre de 1939:

 

 

"Mucho me alegra que compruebes personalmente que el yugo del Señor no es sólo ligero, sino que, saltándose a la torera las leyes  de la gravedad, hace que aquel sobre quien actúa ande más velozmente y se desprenda de la tierra, para vivir la dicha de la vida sobrenatural, y, borracho de celestial borrachera, sólo piense en Aquel que le escogió para uncirle con su yugo. Pero es necesario que sea efectivamente de Él.

 

Por lo tanto, esas tristezas, ese sentir soledad, ese quejarse de lo que parece adverso, ese "acusar" las  enfermedades, tanto y tanto detalle, no tienen razón de ser y hay que desecharlo ¿Es que acaso no nos ama Jesús?

 

Entonces..., todo es bueno, porque lo es nuestro Dios. Por lo tanto ¡Alegría siempre! Alegría que no es preciso que sea sensación física, sino paz interna que siempre ha de reflejarse en el exterior, por caridad con Dios y por caridad con los que nos rodean."

 

Cuentan que el día que murió Álvaro del Portillo, todo el Vaticano pasó a rezar en su velatorio, desde el Santo Padre, Juan PabloII, hasta el aparcacoches del Vaticano



Video: Sembradores de Paz y alegría